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Antonia Adriana Campos Catania de Alcaraz

imagen Antonia Adriana Campos Catania de Alcaraz

Adriana fue hermana de Silvia Campos y, como ella, está desaparecida. Estaba casada con José Antonio Alcaraz y tenían un hijo. Su mamá nos cuenta de ella: “De las dos hermanas, ella era la más llorona, porque era la más chiquita, más mañosa, fue muy mimada, muy mimada; era bien delgadita y muy inteligente, era muy buena alumna. La escuela primaria la hizo en la Escuela Cano. Cuando era chica, le gustaba jugar a las muñecas siempre; ella y una prima que tenía, Gracielita. Graciela era muy compinche. Siempre andaban con las muñecas y los cochecitos. Jugaba mucho con su hermana también, como toda niña, pero jugaban, aunque tenían tres años de diferencia.

“Le gustaba mucho dibujar, dibujaba muy lindo. Fue al secundario e hizo el primer año de la Facultad de Medicina. No se había llevado ni una materia. Se enamoró del que fue su marido, que era vecino, se quisieron casar y después de casada dijo que iba a seguir estudiando, pero fue difícil, porque tuvo la criatura al año de casada. Cuando se casó, tenía veinte y tuvo a Martín después del año. Martín es del ‘77 y ellos se casaron en el ‘75. Cuando se llevaron a su hermana Silvia, ya estaba casada.

“Aunque era una chica de las que sabía escuchar, siempre estaba con su consejito a punto; la quería arreglar dando consejos a una amiga, a su hermana, a quien viniera, siempre le encontraba la vuelta para dar la solución, tendría que haber sido psicóloga. Después se empleó en una farmacia, en la farmacia Chester. El dueño, una vez, quiso echar a un empleado; ella se metió tanto en el asunto del sindicato, que lo volvieron a tomar y este hombre le dijo: ‘Me las vas a pagar, mocosa’.

“Vivían en Godoy Cruz. Se fueron porque sabían que había una racha de esas bravas y 211 por no comprometernos. Estuvieron, primero, viviendo en la casa de sus suegros, en la calle San Martín, enfrente de la calle Jujuy. Vinieron a vivir con nosotros y después se fueron solos a Godoy Cruz, frente a la Coca-Cola.

“Sobre sus actividades políticas recuerdo, por ejemplo, que algún día me decía: ‘¿Vos te enojarías si yo doy unos pañales de esos que vos me diste? Tengo muchos’, y se los daba a una amiga de ella, que no tenía. ‘¿Y esa cocina que tenés en el fondo, que no la usás?’. Y la regalaba. Era así, era así.

“Estuvieron averiguando con Pepe qué había pasado con su hermana Silvia, después del secuestro del 14 de mayo del ‘76. Me dijeron que nos iban a dar un dato seguro porque sabían dónde estaba Silvia, eso fue lo último que me dijo. Los detuvieron el 6 de diciembre, quedaba poquito para Navidad; esa fue la fecha, 6 de diciembre y ahí, en Godoy Cruz. Saquearon todo. Se llevaron hasta la heladera, hasta con la olla a presión que estaba adentro. Se llevaron la sillita del nene, se llevaron todo. Mujeres de la policía fueron las que robaron la ropa, todo lo que pudieron... Fue espantoso.

“Nos avisaron y, cuando llegamos, vimos eso... ¡y sin el nene! Dijimos: ‘¡Dios mío! Y el nene no está, ¿dónde está, dónde se lo llevaron?’... Ya eran como las doce de la noche; un día, pasamos, de infierno, hasta que nos avisaron los vecinos, ¡todos!, porque han sido gente buenísima y nos han dado una mano muy grande... Vinieron a avisar, corriendo: ‘Hemos visto tres autos y han dejado una caja en la esquina’, (era donde estaba mi consuegra, que vivía a media cuadra). ‘¿Y qué era?’ ‘¡La caja con toda la ropa del bebé y el nene; lo dejaron en la puerta!’. Y fue en la casa de sus suegros, no en nuestra casa. Cuando me trajeron a Martín, parecía un tontito, le habrían dado algo para tomar, algo, no sé, ni lloraba, nada.

“Yo tuve al nene y tenía siempre la esperanza... ‘Nos lo han entregado, los chicos deben estar, no sé dónde, pero están, están, están..., ¿dónde están?’ ... Por eso, supongo que fue alguien conocido que habrá dicho ‘A esta gente le vamos a devolver al chico, ya le hemos sacado las dos hijas’.

“Después nos daban mensajes; una enfermera que decía que ella sabía, pero que le teníamos que dar no sé cuánto; nos querían extorsionar. Además, no nos quisimos meter mucho, porque éstos se podían vengar con Martín...

“Era flaquita, delgadita, bien espigada. El pelo lo tenía muy rizado, como lo tiene Martín y mi nieta creo que va a salir igual, pelito rizado y bien negro. Era de ojos negros; en cambio, Silvia era de ojos más claros. Le gustaba vestirse muy a la moda. La verdad es que era muy coqueta, le gustaba pintarse, usar perfumes. Yo le decía: ‘Con esa pinta, la loca del lampazo, te van a decir, la doctora lampazo, siempre con el lampazo en la mano”. Vivía sacándole la ropa a su hermana. Silvia era muy sencilla, ella llegaba y le encantaba ponerse cualquier vestido viejo y así salía a la calle, era más bohemia, no sé cómo lo puedo decir.

“José era del barrio y se conocieron en un baile de quince... Bailaron juntos esa noche, ella tenía quince años y siguieron... Se veían, y qué sé yo, puse el grito en el cielo porque estaba estudiando. También era jovencito Pepe, Pepito era muy jovencito, igual les agarró con más fuerza, se quisieron casar. Se casaron cuando ella tenía veinte y Pepe veintiuno, en San José, en la Iglesia San José, con mucha unión de las familias; los padres de Pepe han sido divinos, una familia muy buena, teníamos muy buena relación.

Cuenta Martín Alcaraz, su hijo, que sus familiares más directos están en España. Sus abuelos paternos, cuando desaparecieron Adriana y Pepe, se fueron a España.

“Mis abuelos vivían acá, sobre Patricias Mendocinas antes de llegar a Pedernera. Nunca más han vuelto. Mis tías, sí, las hermanas de mi papá sí volvieron para mi casamiento, vinieron 212 cuando me casé. Me han contado muchas cosas que yo no sabía, porque mi abuela no me lo podía decir. Se habló mucho, pero no le pude sacar el jugo en todo lo que hubiera querido; igualmente tengo varias versiones, varios costados que cuentan sobre mi papá, los amigos, las hermanas...

“La verdad es que no era muy buen estudiante, no. La verdad es que era medio ‘chantún’ con el tema del estudio. Tenía un amigo que era un atorrante también, le gustaba la ‘sincola’. Iba al Schtwizer, y hacía muchas reuniones en la casa, llevaba siempre amigos a comer.

“Los gallegos, mis abuelos, eran gente de invitar a todos, se quedaban todos a comer, compraban pan para todos; claro, estaban bien, de situación, quiero decir, andaban muy bien y siempre había comilonas y cosas así. Pero mi papá laburó, era un laburante, siempre laburaba, se daba maña para todo, arreglaba esto, arreglaba lo que le pidieran, era así. Le gustaba más todo eso que estudiar. También le gustaba irse de mochilero, se iba con todos los amigos. Da la casualidad de que mi suegro vive al lado de donde vivía mi papá y lo conoció de chico. Tienen fotos y cosas... Si bien mi papá era más chico, algunas cosas compartieron, algún campamento. Hay otra persona que también me dijo que había sido compañero de trabajo del padre de Cecilia Vera, de Rodolfo Vera (Desparecido).

“De mi mamá se lo que me ha contado la abuela, más que nada, y una amiga. Una amiga inseparable, Liliana Ceriolli, pero no en la última etapa; fue más amiga de la infancia. Liliana es la tía de mi esposa, es hermana de mi suegra.

“Por ahí..., bueno, mi papá era una persona que no estaba tan comprometida en la política, es la conclusión a la que llegué después de hablar con mis tías, con conocidos, con gente del barrio... No sé si tenía los ideales tan claros; creo que Adriana, mi mamá, sí, ella lo tenía claro y él debe de haberla acompañado, debe de haberla seguido, de haberse interesado, no sé a qué punto, no sé si a fondo, pero creo... como que mi mamá era la que tenía los ideales”.

 

Extracto textual de  http://www.espaciomemoriamendoza.com/wp-content/uploads/2020/06/HACERSECARGO.pdf (pág. 210).