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Gladis Beatriz Sabatino

Cursó la secundaria en la Escuela Normal “Tomás Godoy Cruz”, donde se recibió de maestra. En 1968 ingresó a la carrera de Medicina. Sus amigos le decían Kity. Era estudiante avanzada e integrante de la mesa provincial universitaria del PRT.

imagen Gladis Beatriz Sabatino

Gladis Beatriz Sabatino no tiene ni siquiera un número de legajo. La mayoría de las personas que fueron asesinadas o desaparecidas durante la última dictadura militar al menos tienen un número de legajo Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas) y se sabe que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Pero del destino de Gladis Beatriz Sabatino se tienen sólo presunciones y los últimos instantes de su vida son una incógnita que recién ahora están tratando de dilucidar.

Nada está claro después de la madrugada del 29 de mayo de 1975 y 39 años después no hay seguridad sobre lo que pasó con esta estudiante de Medicina, que vivía en la ciudad de Mendoza y de la que no se han encontrado aún familiares o parientes que puedan certificar cuál fue su suerte después de esa madrugada.

A las 22 del 28 de mayo de ese año un ómnibus de la empresa Colta partió de la ciudad de Mendoza rumbo a Córdoba. Allí iban Gladis Beatriz Sabatino y su compañero de militancia Amadeo Sánchez Andía, que en ese tiempo era estudiante de periodismo. Ambos viajaban con el fin de unirse al ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). En Mendoza había quedado Monona, la esposa de Amadeo, que estaba embarazada de tres meses. El micro paró a las 23 en San Martín para dejar subir a otros dos pasajeros y siguió viaje por lo que era la vieja ruta 7, hoy Ruta Provincial 50. Apenas 25 minutos después, a la altura de Alto Verde, una patrulla de la Policía Militar detuvo al ómnibus y subieron algunos uniformados, que les pidieron documentos a los pasajeros que viajaban en las primeras filas y caminaron por el pasillo mirando con desconfianza al resto.

Gladis y Amadeo no iban sentados juntos, pero ambos estaban ubicados en los últimos lugares.

El operativo no causó demasiada sorpresa. En ese tiempo, pese a que aún se estaba bajo gobierno democrático, este tipo de controles eran casi rutinarios. Ya había comenzado a operar la Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como la Triple A y comandada en ese momento por el ministro de Bienestar Social, el Brujo José López Rega. Los militares bajaron y el colectivo de Colta siguió su rumbo. A la una de la madrugada, frente a la villa de La Paz y a la salida de una curva, el ómnibus chocó de frente con un camión tanque cargado de aceite comestible Sinatra.
En el accidente hubo 18 muertos. Los fallecidos estaban ubicados especialmente en los asientos de la izquierda del micro. Allí fue donde impactó el camión y prácticamente arrancó todo ese costado. Sánchez Andía, Sabatino y Aníbal Testa, otro militante del ERP que había venido a Mendoza buscar a los dos jóvenes, resultaron heridos y fueron trasladados e internados en el Hospital Regional de San Martín, sitio donde actualmente funciona, entre otras dependencias oficiales, la Comisaría 12.

A Amadeo Sánchez Andía le pusieron una guardia policial junto a la cama y esa misma madrugada, sin alta médica ni dejando registro escrito en el hospital, un grupo de tareas lo secuestró. El 6 de junio su cadáver desnudo apareció en Canota. El cuerpo tenía varios disparos, indudables huellas de haber sido torturado y una inscripción con brea que decía: “Por traidor monto”.

Sabatino no tenía heridas graves. Pese a esto fue derivada al Hospital Central. Allí una prima suya se sentó al pie de la cama y veló su convalecencia. Un día, posiblemente el 30 o 31 de mayo, un médico le dijo a la acompañante: “Tenemos que hacerle unas placas y después le damos el alta. Vaya hasta la farmacia de acá enfrente y me trae esto”, y le entregó una receta. La mujer tardó entre 20 y 30 minutos en hacer el mandado. Cuando regresó no la dejaron entrar a la sala. “La paciente se descompensó súbitamente y falleció”, le dijeron.

Pero estos últimos datos son detalles extraoficiales que no quedaron en ninguna parte, ni siquiera en los registros del Hospital Central. No se sabe qué ocurrió después con el cuerpo de Gladis y tampoco se ha podido ubicar a esa pariente que la cuidó ni a familiares suyos.
Su caso no forma parte de la lista de detenidos/desaparecidos y, por lo tanto, no tiene legajo Conadep. Su nombre no figura en las placas que recuerdan a los que fueron víctimas del terrorismo de Estado.

Recién hace un par de meses, por inquietud de una de las organizaciones de derechos humanos, se presentó una denuncia formal en la Oficina Fiscal Federal de DD.HH. para tratar de que se esclarezca su caso, después de que se pudo encontrar a un pariente de Gladis que si bien no pudo aportar datos nuevos, dijo que tenía la misma versión de que a la estudiante de Medicina la habían matado.

 

Fuentes: