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Inmenso pesar por el fallecimiento de Alex Sáenz

El domingo 17 de noviembre, en la noche, a causa de un infarto masivo del que no pudo ser rescatado, dejó de existir en la ciudad de Mendoza. Egresado y docente de la FCM, Alex tuvo capacidad profesional y sensibilidad suficientes para dejar, a sus jóvenes 42 años, un dolor enorme en la comunidad educativa UNCUYO, el Hospital Universitario y su Bowen natal.

18 de noviembre de 2024, 20:17.

imagen Inmenso pesar por el fallecimiento de Alex Sáenz

Alexander Gerardo Sáenz Porta se formó como médico en la FCM, especializándose como Cirujano Otorrinolaringólogo. Además de su actividad docente de grado y posgrado, Alex tuvo una intensa actividad asistencial, que incluyó viajes regulares a General Alvear para atender pacientes, que en muchas oportunidades recibían de su parte tratamientos que no podían afrontar económicamente.

Su entorno profesional, sus compañeros y compañeras de docencia y labor, destacan su gran experticia, pero sobre todo la pasión y compromiso que le imprimía a todas sus labores.

Sus restos mortales fueron sepultados este lunes 18, en el Cementerio de Bowen. Sin embargo, quienes tuvieron la fortuna de cruzarse con su sonrisa, su calidez y sensibilidad, lo recordarán desde vivencias como las que ocasionalmente dejara, de puño y letra, relatando parte de su formación de médico.

Mis manos estaban frías por el otoño que se había adelantado en esos primeros días de marzo, estaba estrenando guardapolvo y ambo, miraba por la ventana de la sala la nitidez que ofrece el asfalto mojado de la lluvia cuando sentí que me llamaban “alumno del 4to Alexander Sáenz”… “sí, soy yo" respondí.

Así conocí a mi primer profesor del año el Dr Ortego, con una calidez en la mirada y su tono y tiempo tranquilo al hablar se presentó mientras me mostró las instalaciones del piso de Recuperación y Hemodinamia del Hospital.

Después de una introducción a la forma de trabajo para la rotación de dos semanas que me esperaban para aprender de Cardiología, y luego de ver las instalaciones me propuso mi primera actividad, hacer una anamnesis a pie de cama del paciente de la habitación 04.

A solo 7 días de haber terminado de rendir el examen OSCE (con sus 10 estaciones y ese examen múltiple opción que había sido extenuante), después de haber aprobado Relación Médico Paciente III en una evaluación oral con evaluación a pie de cama de dos pacientes y con dos profesores eminencias como la Dra. Salomón y el Dr. Carena en el servicio de Clínica Médica del Hospital Lagomaggiore en diciembre; sentí que la tarea que me habían asignado era algo bueno para empezar, aunque estaba preparado para desafíos más importantes, o al menos eso creía.

Con olor a guardapolvo recién planchado, lapicera y cuaderno nuevo frente a la paciente de 52 años y con la cálida luz del sol entrando por la ventana me dispuse a comenzar la entrevista y fue así que siguiendo el método aprendido comencé por datos personales, indagué sobre el síntoma guion y el modelo explicativo de la paciente acerca del mismo, investigué los cómo, los cuándo, y los asociados, redacte en tiempo real y con letra muy legible (algo de lo que siempre estaba orgulloso era que mi letra siempre fue clara por más rápido que escribiese, y si el profesor veía esa prolijidad sin dudas se iba a asombrar de ello, y por ende felicitar), continué con los hábitos fisiológicos, tóxicos y patologías asociadas, así como el regusto de la dosis diaria de la medicación habitual… cuando estaba indagando sobre antecedentes familiares el profesor irrumpe en la habitación. “¿Cómo está Ana?” le preguntó a la paciente con una mirada sonriente y de tranquilidad, acerca de su noche en el hospital y cómo había pasado el último día en la Internación… “¿y el Dr. como la ha tratado?” le consulto respecto a mi trato para con ella. “Ha sido muy amable conmigo”, respondió la paciente. “Vamos a ver qué aprendimos, presénteme a la paciente por favor” dijo el profesor dirigiéndome la mirada hacia a mí, con una mirada por sobre sus lentes…

Con mis manos sudorosas y un poco de voz entre cortada comencé a leer lo recopilado de la anamnesis. Al finalizar mi presentación el profesor me dice “falta algo más ¿o no?” A lo que respondí “antecedentes familiares, lo que sucede es que estaba por recabarlos”… “no no respecto a lo que le está pasando a la paciente ahora” insistió con tono de que algo muy importante se me había olvidado preguntar desde el principio. Repasé con la mirada en la hoja de mis registros y en la mirada de la paciente, propuse dos o tres opciones como la medicación, la hora de ingreso al hospital o quizá si había asistido acompañada o no… “algo más importante aún” volvió a insistir el Dr Ortego.

Ya podía sentir mi sudor debajo del sweter, el guardapolvo se puso más pesado y la lapicera tenía ya mis huellas marcadas de lo fuerte que la estaba apretando.

“No se Profe”, dije con voz temblorosa y las ganas de querer irme de la habitación.

“¿Le preguntaste cómo se sintió en ese momento en que tuvo ese dolor de pecho tan intenso y estaba cuidando a sus nietos?” Me pregunto el profesor. Con la boca seca, la mirada de asombro y una ráfaga de calor por toda mi cara dije “no”.

Lo que sucedió después de ese momento en ese día y en esos días de rotación por Cardiología fueron aprendizajes de lo más diversos y enriquecedores. Sin embargo, ese momento quedó grabado en mi memoria quizás para siempre.

En aquel momento todo lo que creí saber y dominar, ser y poder hacer se derrumbó ante una simple pregunta cómo la de “¿cómo se sintió en ese momento de tanto dolor y miedo?”

Me cuestioné ¿por qué no lo pregunté si soy muy empático? (O al menos eso siempre me dicen los que me conocen) ¿por qué no lo pregunté en el modelo explicativo? ¿por qué no lo hice? No recuerdo ahora si en su momento encontré las respuestas a estas preguntas.

Pero hoy si puedo decir que entender y saber el sentir de los síntomas de mis pacientes se ha vuelto una bandera a enaltecer en cada puerta que abren mis pacientes al verme en la consulta, al encontrarlos a pie de cama luego de una cirugía y sin dudas es para mí una de mis herramientas a la hora de atender que más valoro.

Ese momento había aprendido algo para toda mi carrera profesional, y lejos estaba de ser el último Paper, el último procedimiento en Hemodinamia, el mejor estudio diagnóstico para predecir cardiopatía isquémica.

Aprendí a poner la vista en eso que importaba y a eso a lo que habíamos venido a saber hacer, acompañar al otro a sanar desde su sentir, desde su lugar y hacia sus objetivos.

Acompañamos a su familia y amigos/as en estos momentos de congoja y dolor

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