Cristóbal nació en 1935, en Justo Daract (San Luis).
Egresado de esta Casa de Estudios en 1961 e iniciado en la Dermatología por el Prof. Ferreira-Marques, continuó sus estudios en Albert Ludwigs Universität Freiburg en Brisgovia, Alemania. Allí obtuvo en 1964 el título de Doctor en Medicina, bajo la dirección del Prof. Kalkoff, con mención de honor.
En Argentina fue médico del Hospital Civit, en cuyo Servicio se desempeñó como Jefe y Director. Asimismo, fue Jefe del Servicio y Jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital Luis Lagomaggiore.
Supo combinar una intensa actividad profesional con una destacada y profunda participación en la vida universitaria, expresada en su labor docente e investigativa, como también integrando cuerpos colegiados.
A nivel docente, además de sus pasantías en cátedras de Dermatología de las Universidades de Freiburgo en Brisgovia (1974), Giessen (1974), Göttingen (1974) y Münster (1987-1988), fue Profesor Titular efectivo de la Cátedra de Dermatología de la FCM entre 1986 y 2001.
Fue miembro del Consejo Directivo, delegado ante el Consejo de Investigaciones de la UNCUYO, jurado de concursos docentes en esta Universidad y en las Universidades Nacionales de Córdoba y Buenos Aires.
Disertó en congresos, jornadas y reuniones múltiples, tanto en Argentina como en Chile, Uruguay, Alemania, Hungría, e integró varias entidades científicas, como por ejemplo la Asociación Argentina y la Alemana de Dermatología. Fue miembro fundador del Ateneo Ferreira-Marques y ocupó los cargos de vicepresidente (1987-1989) y presidente (1989-1991) de la Asociación Argentina.
En honor a su vida y legado, la FCM ha declarado un duelo de tres días, a partir del 24 de agosto, disponiendo el izamiento de Bandera a media asta.
Semblanzas, en memoria
Con el fallecimiento del Prof. Dr. Cristóbal Parra, las dermatologías argentina e internacional han perdido a uno de sus grandes valores. Desde el Servicio de Piel del Hospital Emilio Civit, hasta sus actuaciones como jefe del mismo en el Hospital Lagomaggiore y en la Cátedra homónima de nuestra Facutad de Ciencias Médicas, su impronta como ser humano y científico claro y perspicaz se evidenció en el cuidado de los pacientes y en la formación de varias generaciones de especialistas, quienes transitan actualmente sus huellas.
Ese legado se manifestó asimismo, en el cultivo de la honradez y el cumplimiento de los deberes médicos, que supo transmitir a los que compartieron momentos en el diario planteo de los problemas médicos. Además lo dejó plasmado en numerosas publicaciones y disertaciones efectuadas en la Argentina y también, mucho más allá de nuestras fronteras, en paises que lo recibieron con respeto y ansias de abrevar en la fuente de sus conocimientos. Observaciones clínicas inéditas y trabajos experimentales, desde la clinica y la histopatologia, realzaron aún más su inmensa vocación para aliviar a los pacientes, para la mejor preparación de los jóvenes médicos y la mayor comprensión de las enfermedades cutáneas. Todo ésto resumido y explicitado por la designación de sus pares como "Maestro de la Dermatología".
De tal modo que, por lo mismo, su desaparición será solamente física.
Nelson E. Driban
Esta triste noticia nos llega en el ambiente desolado de la pandemia, donde los canales normales para manifestar tanto pensamientos como sentimientos están, al menos, dificultados. Por eso le pedí al Secretario Académico, Dr. Gonzalo Nalda, que me permitiera dar este testimonio de mi reconocimiento a la estatura ética e intelectual de quien acaba de dejarnos.
Lo conocí siendo ambos integrantes de la comisión asesora de Ciencia y Técnica de nuestro Consejo Directivo. Comisiones como esa, en las que después tuve alguna experiencia, dentro y fuera de nuestra universidad, son ambientes ideales para conocer a las personas. Estoy convencido de eso, porque los móviles profundos de sus miembros se vuelven evidentes.
En esas comisiones se determinan políticas y se asignan fondos, en muchos casos por la acción de quienes verdaderamente buscan el progreso de nuestra universidad y de nuestro sistema científico-tecnológico. Pero en muchos otros, estas comisiones son vuelven complejos escenarios de enfrentamientos entre divos, y de encarnizadas disputas por fondos irremediablemente magros.
Por eso, ver la solidez y la apacible humildad con que se movía este hombre, me impactó fuertemente. Y quiero dejar una anécdota para refrendar esto: en aquel entonces él había pedido financiación para un proyecto, que era secuencia de algo por lo que había sido invitado a disertar recientemente en Europa. Pero cuando su propio proyecto llegó para la decisión final, a la mesa en la que él mismo estaba sentado, el proyecto llegó rechazado y él no lo defendió, sino que guardó silencio ¿Por qué? Porque él no había sido designado en esa comisión para defender sus propios intereses.
Dios quiera que nuestra universidad y nuestro país tengan muchos hombres como Cristóbal Parra.
Alfredo Castro-Vazquez