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Tres días de duelo por el fallecimiento de nuestra profesora y compañera Ana Lía Vargas

El decano Miatello ha dispuesto la medida, a cumplirse desde este miércoles 17 de febrero y por el término de tres días hábiles. Ana Lía era Profesora Titular Efectiva y Directora del Instituto de Genética de esta Unidad Académica, y una persona apreciada por su calidad humana y profesional.

imagen Tres días de duelo por el fallecimiento de nuestra profesora y compañera Ana Lía Vargas

Analía nació el 26 de setiembre de 1950 en Mendoza y egresó de esta Facultad en 1977, con el título de Médica.

En 1984 obtuvo la Especialidad en Genética Médica otorgada en primer término por el Honorable Consejo Deontológico Médico del Ministerio de Bienestar Social del Gobierno de Mendoza, luego en 1991 por la Sociedad Argentina de Genética y posteriormente en 1999 por el Consejo de Certificación de Profesionales Médicos (Academia Nacional de Medicina).

En 1997 logró la Especialidad en Docencia Universitaria conferida por la Universidad Nacional de Cuyo y en 1998, en la Sociedad Argentina de Genética, alcanzó la Especialidad en Citogenética Humana.

Desempeñó diferentes cargos docentes hasta que en 2008 obtuvo el cargo máximo de Profesora Titular Efectiva y Directora del Instituto de Genética, los que ejerció hasta su fallecimiento..

Se destacó como investigadora en numerosos proyectos vinculados a esa rama de la medicina, formó recursos humanos y fue asesora y jurado de trabajos de investigación. Participó de la vida institucional de esta Casa siendo Consejera Directiva, en representación de los Profesores, en calidad de suplente, desde 2008 a 2014 durante el gobierno del ex Decano Méd. Roberto Vallés y desde 2018 a la fecha, con la actual gestión.

Su partida enluta a la comunidad universitaria, en especial a quienes compartieron diariamente su actividad académica, profesional y laboral. Su ejemplo y sus enseñanzas perdurarán en la memoria y el corazón de quienes la quisieron y respetaron.

Palabras de despedida que representan a una comunidad

Quien haya conocido a Ana Lía Vargas sabe sobre el amor que tenía por la docencia y la pasión con la que la ejercía. La conocí como alumna y puedo recordar su sonrisa y la paciencia al enseñar, que siguió cultivando con el correr de los años.

Dotada de una inteligencia privilegiada nunca se detuvo en seguir su formación en docencia y completó la especialidad en Docencia Universitaria, la Diplomatura en Educación Médica de la Universidad de Tucumán, así como becas y pasantías internacionales en el tema.

Estrechó vínculos con expertos en educación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, así como de la Fundación Internacional para el Avance e Investigación sobre Educación Médica (FAIMER) realizando numerosas Jornadas y Talleres en nuestra Facultad.

Ejerció la Genética Médica con una especial predilección por la Citogenética y Medicina Fetal en el Instituto de Genética de la Facultad de Ciencias Médicas y en hospitales de nuestro medio, como el Hospital Luis Lagomaggiore y el Hospital Universitario, lugares donde se ganó el cariño de los que la conocieron.

Su calidad como profesional y sobre todo los valores personales dejan, en los que la conocimos y compartimos tiempo con ella, una huella difícil de borrar.

Alejandra Mampel


 

Sé que puedo parecer exagerado, como pasa con muchos que hablan demasiado bien de alguien que ya no está con nosotros. Pero afronto gustosamente ese riesgo, porque en el caso de la profesora Ana Lía Vargas es realmente difícil exagerar.

Tuve el privilegio de conocer a Ana Lía, de ser su colega y de gozar de su amistad durante tres décadas. Nunca fui su alumno, pero muchas veces escuché los elogios que nuestros estudiantes tenían hacia ella. Mi impresión es que combinaba diestra y sabiamente la paciente ternura de una maestra de grado con un muy alto nivel de conocimiento científico, sumados a su vasta experiencia profesional.

A lo largo de los años compartimos múltiples tareas académicas. Quizás la más compleja fue la formulación y puesta en marcha del cambio curricular de la Escuela de Medicina en la década de 1990. Fue una iniciativa pionera en la Argentina, en la que Ana Lía tuvo un papel central. 

No obstante, aunque tal experiencia fue muy satisfactoria, mis mejores recuerdos sobre Ana Lía son los provenientes de la amistad que compartimos, consultándonos sobre diferentes asuntos, o simplemente charlando y compartiendo ideas en el ambiente caótico de mi escritorio, o – preferentemente –  en la inmaculada y siempre bien provista cocina del Instituto de Genética.

De nuevo, no me es posible exagerar la sencillez, humildad, sensatez, generosidad e integridad de Ana Lía.  La despedimos con mucho dolor, pero también con la esperanza de una profunda fe compartida.

Fernando Saraví

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